domingo


Capturar con la mirada todo el campo visual
llegar hasta el máximo de zoom
detallar las imágenes para encontrar 
el núcleo del punto de partida
en el centro el interior
fijar un horizonte en el medio

Para compenetrarse con la realidad hace falta situarse dentro de ella
dentro de la trayectoria más profunda,
es fingir que de la piel para afuera
todo viene siendo lo mismo
espacio y tiempo.
Para adentro se encuentra la verdadera situación del ser
el verdadero sentir del pertenecer lejanamente a ese tiempo y a ese espacio.
Hace falta que el hombre sea dueño de su propia materia intangible a sus manos, a esa materia interna que funciona sin parar.
La imagen en movimiento que se tiene entre los seres, es una simple casualidad que los hace evidentes.
Pretender conocer detrás de la mirada, sin siquiera haber preguntado cuál es su más profundo deseo, es intentar moldear un pasado, un presente y un invisible futuro.
Los juicios no son más que respuestas a los estímulos de la inseguridad,
inseguridad causada por no querer amarse a sí mismos tal y como son,
por pretender encajar en la ficha de un rompecabezas imaginario que se llama interpretación vacía del ser.
La comunicación,
el  escuchar al otro dándole la oreja como horizonte
el hablar y perder la mirada 
en el cráneo que imagina con su propio horizonte.
Es esa comunicación la que permite que cada cual sea su propio interprete en la misma medida de espacio y tiempo.
Hay que participar rindiéndole casi un tributo al continuo cambiar de la realidad.
La magia es evidente a nuestros ojos
la vida transcurre mirándonos a la cara
nosotros transcurridos dándole la espalda, y preguntándonos por qué nos sentimos tan ajenos tantas veces y en tantos lugares.
No hemos entendido que  dependemos inevitablemente el uno del otro.
Somos como la luna al sol.
Tenemos frente nuestros ojos a diario la explicación más pura a todas nuestras preguntas.
El problema real es que no creemos en nada que no sea de nuestra propia construcción, de lo contrario puede ser un engaño y eso el ego jamás lo soportaría.
En la vida todo es como un reloj de arena suspendido entre fuerzas magnéticas, entre polos opuestos que al sentir un peso cerca lo repele y le da la carga a otro.
Y así suspendidos en el tiempo, sin querer detenernos para simplemente pertenecer a la vida misma, desde el comienzo pronunciamos a la muerte sin esperar llegar jamás a ella. 
Resucitamos constantemente, cada día que amanecemos es una nueva vida. Al dormirnos quedamos suspendidos en otra realidad.
Tenemos una incansable energía que nos rodea,
somos fuerzas energéticas que hacemos que todo funcione.

Preguntarnos si en el universo hay más vida…
Esa pregunta es muy extraña
nosotros no somos ajenos al universo
hacemos parte del cosmos
y por ende en el universo hay vida
hay más vida que nosotros
porque ninguna materia se destruye, sólo se transforma.
Es la lógica del movimiento
de la luz de la energía
del tiempo y del espacio que una vez abierto no tiene final,
habrá comenzado una trayectoria infinita
porque se crea a si misma continuamente, por ende el espacio y el tiempo ajenos a ella hacen parte de ella,
es decir,
no hay razón por la cual esperar que todo termine.
La vida comienza cada segundo que pasa al igual que se termina
porque nada vuelve a ser igual
nada permanece inalterable
porque nada permanece
todo  circula
incesante en la espiral de las continuas manifestaciones veloces de la luz.

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